miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA MÚSICA Y EL CINE

Buenos días!! Hoy día del espectador en los cines dedicamos nuestro post a una banda sonora El último samurái. La música permite que nos sumerjamos en el contextode la cultura japonesa, hoy en día más conocida y respetada, pero que hacia 1876, año en el cual está ambientada la película, era objeto de burla por parte de una gran mayoría de individuos occidentales que se creían superiores.
 
Dedicadle un momentito, vale la pena!!
 

La música oriental es muy diferente a la occidental, sus sonidos, sus instrumentos... Escuchamos el “shakuhachi”, un instrumento de viento que fue utilizado durante muchísimo tiempo en canciones folclóricas siendo su sonido característico de la música japonesa. Y el “koto” un instrumento de cuerda que nos abre la puerta hacia un ambiente de paz y armonía, sólo posible con una vida de meditación y entrega a todos y cada uno de los ámbitos de esta.
Al comienzo escuchamos la cuerda, ambos instrumentos interactúan, el "shakuhachi", a oídos occidentales, es como si se tratase de una especie de pájaro, pero en realidad es una melodía con una armonía determinada, la cual encaja a la perfección con el “colchón” que le ofrece la cuerda. Esta, si nos fijamos, ha pasado de una tesitura grave a otra más aguda…y queda de maravilla. Escuchadlo.
Ahora entra el tema, con un registro muy amplio. Los graves están lejos del agudo de los violines y, estos últimos, nos presentan un tema que nos transmite nostalgia…¿La música puede ser capaz de esto? ¿Podemos añorar lo que no hemos vivido? Sí, incluso sin música nos pasa esto a menudo…la diferencia es que la música nos traslada a ese sitio, y época, en la que no hemos estado y que, sin embargo, echamos de menos. ES IMPRESIONANTE, lo estáis oyendo??
Y, más adelante, mi momento preferido, el más bonito. No sabría deciros si es un arpa o el koto, que junto al resto de la cuerda nos transmite tristeza…tristeza porque el choque entre Occidente y el mundo de los samuráis va a suponer una gran pérdida de seres queridos, sobre todo para los últimos. Sin embargo, aun sabiendo que no sobrevivirá a esa lucha, el guerrero samurái avanza y, al igual que la melodía del arpa o koto que ahora interpreta el violoncello, no se detiene ante la resignación.
Llega el momento de la verdad. Percusión (tambores taiko), viento y cuerda, todos contribuyen para reflejar el momento para el cual el guerrero samurái ha dedicado su existencia. Se enfrenta a ese momento que terminará con su muerte y, por encima del honor del samurái que reflejan viento, cuerda y percusión, se escucha el gran lamento del “shakuhachi”. Es como un grito que reafirma la posición del guerrero.
El momento pasa, lo que queda es tristeza después de todo…el violoncello hace que se nos encoja el estómago, nos hace recordar y querer volver a ese lugar, a esa época, a esa forma de vida tan pura.
De todo lo que contiene la cultura japonesa, y en concreto la vida del samurái, yo me quedo con una: mono-no-aware. Emoción por las cosas”.
 
Esta emoción hace participar íntimamente al japonés del ritmo sagrado de la Naturaleza y le predispone hacia una sincera compasión por las cosas bellas y efímeras, acercándole a los principios del shintoismo más puro. Y aparece aquí un elemento de primordial importancia en el estudio del singular espíritu del samurai: el sakura o la flor del cerezo. La delicada flor del cerezo (Sakura) era el símbolo de la vida del samurai. Esta flor, cuando alcanza su máxima belleza se desprende al menor soplo de la rama del árbol que le da la vida. El empleo de la imagen del cerezo para referirse al samurai no es ningún contrasentido, si se tiene en cuenta que el espíritu de éste no sólo está educado en la firmeza y el valor, sino también en la cortesía más exquisita, expresión del mono-no-aware. Los llantos del samurai, muy frecuentes en los adioses y también en la composición de poesías con las que se despedían de la vida, podrían sorprender a quienes no conocieran este doble aspecto de su formación espiritual, que les permitía mantener una calma imperturbable frente a la muerte al tiempo que mostraba una delicada sensibilidad por las cosas bellas. El samurai debía ser ante todo humilde y honrado consigo mismo, y buscar el perfeccionamiento, tanto moral como técnico, pues ambos elementos eran para el samurai caras de una misma moneda. Por el contrario, la falta de dominio de las propias emociones, el orgullo desmedido, la falta de discreción, la ausencia de tacto o sentido común, etc. eran enemigos ocultos que habitaban en lo más recóndito del samurai y sobre los que tenía que imponerse día y noche” .











2 comentarios:

  1. Desde luego que vale la pena, porque solo leyendo el post parece que se escucha la música. Me ha encantado!!!

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  2. Gracias chicas!!! Me alegro de que os haya gustado. A mi es una música que me pone el bello de punta.

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